lunes, 3 de octubre de 2016

Fanfic: One million of lives, one million of stars.

Un intento por descifrar lo indescifrable. 

En Drunai se decía, con normalidad que, una vez que se ama a alguien, no se podía volver a hacerlo y, no era por costumbre o regla, sino que el diseño genético de la gente de aquél planeta así funcionaba, a menos que "esa" persona decidiera borrar de sus memorias. La desventaja, era que dentro de sus recuerdos, no encontrarían la razón de sus diversas acciones en el pasado. Sin embargo, también, era bien sabido que la idea popular de enamorarse solo una vez, era un dicho y solo eso, una mentira a medias. En realidad, cualquiera podía volverse a enamorar, estaba muy claro, pero el tiempo sería largo y el esfuerzo por cambiar la psicología de la persona a conquistar sería duro. Las buenas noticias eran que, si el individuo estaba dispuesto a invertir grandes cantidades de estos preciosos recursos en otro, tarde o temprano cedería. El asunto era que, este efecto se daba poco, por lo que se le consideraba muy muy muy extraño en la sociedad de Drunai, ya que no todos tenían la paciencia y... el tiempo de vida de cada uno era limitado como cualquier ser mortal. 

Lina no era de las que solía ingerir golosinas a primera hora de la mañana. Pese a ello, ese fría día sería la excepción. Se llevó a la boca cinco gomitas ácidas, las cuales le provocaron que hiciera boca de pez por su sabor, a la vez que hacía su camino al balcón de su alcoba. Usaba solo una bata de seda, larga, color de un pálido turquesa. Recargó suavemente su cuerpo sobre el grueso barandal de mármol, observando a los y las jóvenes, hijos e hijas de ciudadanos y nobles, tomando su entrenamiento con las Syrux, aves de alas enormes, poderosas y llamativas. No solamente eran hermosas, dichas criaturas eran conocidas como los "reyes de los cielos". 

En silencio, pudo notar a la distancia una cara familiar. ¿Es que ese era Demian? Entrecerró los ojos para obtener una mejor visión, y confirmándolo, no se equivocaba. Admitía que era bueno montando a esas aves. Fue cuando a la mente le vino algo, una duda, un pensamiento pasajero quizá y es que, no entendía por qué se sentía tan familiarizada con él, por un niño de ocho años, al igual cómo lo hacía con Yale. Por favor, ¿misma cara? ¿misma personalidad?, vamos, tenía que haber una explicación más compleja. Se seguía preguntando si los genetistas habían utilizado el ADN del rey fallecido, es decir, su prometido, o si solo consiguieron darle al punto justo para hacerlo similar, como un gemelo postizo. De cualquier manera, si la primera opción fuera verdadera... ¡se meterían en graaaaves problemas! Y no solo con ella, con la ley también.

El pequeño Demian era un especie de "Yale dos". Caprichoso y demandante de amor... del amor de la reina. Lina recordaba la primera vez que había visto al menor de ojos carmesís... ¡casi se infartaba, qué susto le había dado! Y aún así, el albino pareció hacer clic con ella de manera instantánea. Todo era "Lina Lina Lina" con él, Lina esto, Lina el otro, Lina quiero tal cosa, Lina déjame hacer esto, Lina cargame, Lina te hice un dibujo, Lina déjame dormir contigo, Lina juega conmigo, Lina quiero acompañarte, Lina... te quiero mucho. Se comportaba como un patito siguiendo a mamá pato, pues... a todos lados la seguía y cuando lo separaban de ella, lloraba.

Era cierto que sus científicos cometieron el error de rehacer al único ser que sacaba lo mejor de ella, no obstante, aunque ella había azotado su enojo contra el equipo, ahora no podía dejar de procurar al pequeñín.  No había vuelta atrás, lo hecho, hecho estaba y así se quedaría. Acarició la última golosina con su labio inferior, pensativa, tratando de deducir qué era lo que tenía ese niño y por qué no podía resistirse a cada una de sus peticiones. Sin embargo, no era como si le estuviese reemplazando por Yale ni mucho menos, pues jamás lo sería, ni tampoco podría sustituirle. Era algo nuevo, un sentimiento encontrado y aún trataba de descifrarlo.

Volvió a dirigir su mirada al chiquillo, quien gritaba de emoción sobre la espalda emplumada del Syrux. Tenía curiosidad. Sin ser consciente de sus propias acciones, una tenue sonrisa se plasmó en sus labios y seguido, tiró en su debido lugar la bolsa vacía de dulces, permitiéndose el lujo de despejar su mente y relajarse a la vez que echaba su larga y lacia cabellera hacia atrás. Ahora por lo único que debía de preocuparse era por los pendientes de encima y un baño le haría más que bien para empezar su ocupado día como Reina de Drunai.





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