lunes, 3 de octubre de 2016

Fanfic: One million of lives, one million of stars.

Una llegada inesperada y probablemente, indeseable.

Esos penetrantes ojos amatistas, claros y llenos de incertidumbres, se movían de un lado a otro, analizando y leyendo los datos que proyectaba la enorme pantalla principal del laboratorio. No había estado de acuerdo desde el comienzo, puesto que al cabo de un rato, sin despegar sus orbes de las letras que en conjunto montaban una gran cantidad de información, no había dejando de fruncir el ceño. 

Un suspiro que mostraba su pesadez en su aliento, salió lentamente y finalmente, optó por posponer otra discusión con el grupo de científicos, especialistas en genética, para más tarde. Ese proyecto no debía de ser, ¿qué demonios? ¿no podían haber escogido otra persona o más bien, otra apariencia para agarrar como conejillo de indias? Sintió una punzada en el pecho y las lágrimas amenazaron con mostrarse. Agradecía que la luz del laboratorio estuviera apagada a excepción de algunas luces tenues que provenían de las maquinas en constante actividad. 

Parpadeó con suavidad. Oh, dulce y cruel destino, la pérdida de su adorable tesoro aún la afectaba. Aquel hermoso rostro sonriente atravesó su mente y las yemas de sus dedos sentían un extraño picor; deseaba que esa imagen se hiciera real, tangible, tocarle de nuevo se trataba de su anhelo secreto. 

La pantalla mostraba una figura desnuda, la figura de un niño; cabellera y pestañas abundantes y albinas, tez blanca, pequeños labios color carmín pálido y bien esculpidos, nariz delicada, pómulos ligeramente sonrosados. Aquel menor aún mantenía sus parpados cerrados, sin embargo, Lina daba por hecho que sus orbes serían genuinos rubíes de un carmesí que a cualquiera le haría estremecer. Por el amor de todas las estrellas... juraba que lo que miraba era el prototipo más cercano a su tesoro en un chiquillo de ocho años aproximadamente, aunque... le era inevitable pensar que se trataba de un muñequito de porcelana a escala real de una persona.

Por una parte, se sentía feliz, ansiosa, su corazón latía en un compás armonioso y sus pupilas se dilataban por el agrado que aquel niño la hacía sentir, pero por otro, sabía que estaba mal, debía de dejar ir a su amor, superar su pérdida y no dejarse llevar por esos sentimientos que hasta cierto punto, parecían indomables, como un caballo salvaje. ¿Qué camino tomar? ¿Qué decisión podía ser la más correcta? Estaba llena de dudas. 

Con que un pequeñajo biónico, ¿huh?. Bajó la mirada y observó fijamente las teclas y el montón de mandos que descansaban en un escritorio grande en forma de "L", mientras una media sonrisa sardónica se empeñaba por falsificar sus verdaderas emociones de nostalgia en su rostro. 

El cuerpo físico de aquel niño se suponía que se encontraba formándose, desarrollándose y conectado a unas mangueras y quien sabe cuántos cables dentro de un tanque lleno de un líquido azul viscoso y a una temperatura un poco más cálida que la del ambiente. No se atrevía a visitarlo y no lo haría. Algo le causaba ruido en ello. Tampoco tenía idea de lo que pasaría de ahora en adelante y ello le frustraba porque, en realidad no era como si no pudiera sacar suposiciones o conclusiones para un futuro, sino que más bien, pensar en ello la agotaba y la asustaba. 

Ese menor no sería Yale. Jamás. Es más, ni siquiera sería una forma de vida natural. Tsk. Echó su espalda sin sobre el respaldo de la silla. Los aparatos que trabajaban en automático se daban a la tarea de romper el silencio y ello, la consolaba de alguna forma. Sus orbes, casi por instinto regresaron a la pantalla y acto seguido, sus párpados cayeron sin prisa alguna, obligándola a caer rápidamente en un maquiavélico y confuso sueño. Cuando amaneciera, a primera hora los primeros trabajadores que llegaran a la planta o el laboratorio seguro que la despertarían y ella, tendría que despejarse para centrarse en sus obligaciones de nuevo, pero mientras... mientras... solo quería perderse y sumirse en ese extraño sueño que al despertar, no recordaría.


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